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jueves, 24 de octubre de 2013

La Filosofía Latinoamericana




    El término Filosofía latinoamericana hace referencia a un proyecto filosófico que propugna por una contextualización de la filosofía en el ámbito latinoamericano y no, como podría inferirse, al conjunto amplio de corrientes filosóficas practicadas en los distintos países de América Latina. Es el proyecto de una filosofía surgida desde América Latina y enfocada en la reflexión sistemática sobre sus problemas y situaciones propias. Conviene por ello realizar una distinción técnica entre Filosofía en Latinoamérica y Filosofía latinoamericana
    El proyecto de elaborar una filosofía propia, anclada en la idiosincrasia y en las realidades latinoamericanas, se desarrolló durante el siglo XX en tres vertientes diferentes: 1) la vertiente ontológica, también llamada "americanismo filosófico", que reflexiona sobre la identidad nacional o continental; 2) la vertiente historicista, que busca una comprensión filosófica de la historia de América Latina y la formulación de una historia de las ideas en el continente; 3) la vertiente liberacionista, más conocida como "filosofía de la liberación", que reflexiona sobre las condiciones para la emancipación política, económica y cultural de los pueblos latinoamericanos.
    La Filosofía Latinoamericana tiene el mismo problema en el mundo que tiene la filosofía de la liberación, la teología de la liberación y todo pensamiento que no sea europeo. Es difícil hacerse conocer cuando los dueños de los medios de comunicación tienen interés tan concretos como el de presentar el pensamiento mestizo europeo (griego-semita) como el valor universal del que debe depender todo pensamiento, Filosofía, Teología o Sociología posteriores. Zea, ya había olido hace siglos lo que se debería hacer para que nuestra América ocupe el lugar que merece dentro de la historia: “hagamos frente al fanatismo, rompamos las cadenas que esos infames déspotas de la literatura pusieron sobre nuestros entendimientos y sacudamos el yugo de la servidumbre filosófica“

    En el siglo pasado surge en Europa un movimiento de solidaridad y simpatía por los latinoamericanos. Pero estaba rodeado más de romanticismo que de compromiso hasta las últimas consecuencias. Las simpatías con la liberación latinoamericana de parte de los europeos se queda en los escritorios. Gabo cuenta que “Un periodista europeo, en un encuentro de intelectuales de América Latina y del Caribe, andaba preguntando entre los asistentes si seríamos capaces de sostener un diálogo tan fluido con los intelectuales europeos. A título personal le contesté que no, por una razón que ni los europeos ni nosotros nos hemos decidido a aceptar: nuestra concepción de América Latina parte de dos análisis distintos.

    Durante la década de los sesenta, los intelectuales europeos se colocaron en la primera línea de la solidaridad con nosotros, nos desbordaron con un alborozo idealista que, sin embargo, no resistió el primer embate serio de la realidad. Su análisis tenía, y sigue teniendo, un rezago colonial: sólo ellos se creen depositarios de la verdad. Para ellos sólo es bueno lo que ha probado serlo en su propia experiencia. Todo lo demás es extraño, y, por consiguiente, inaceptable y corruptor”. Es una experiencia hecha por casi todos los pueblos subyugados y colonizados por las potencias a las que se les han considerado inferiores y capaces de nada. De esa concepción se sale de la fila Latinoamérica, al menos en el campo de la filosofía, Teología y sociología comprometidas y basadas en la realidad de nuestros pueblos, partiendo de lo que nos muestra la experiencia y no partiendo de teorías, así “En la base de cualquier pensamiento latinoamericano impulsor de una liberación socio política se halla la conciencia de una situación de injusticia grave y generalizada, caracterizada como opresión de grupos y de pueblos. Las ideologías que han engendrado esta conciencia son muy diferentes. En algunos casos ha sido la doctrina social que el magisterio de la iglesia católica o grupos de cristianos comprometidos han elaborado a partir del Evangelio. En otros, la doctrina social revolucionaria que numerosos grupos políticos de filiación marxista han elaborado a partir del materialismo histórico. Otros, finalmente, han tomado conciencia a partir de distintos pensamientos filosóficos, políticos y religiosos que proponen algún ideal humano en contraste con la realidad social de nuestros pueblos”

    Características de la Filosofía Latinoamericana.
    Victoria de Cartula Brú clasificó las características:

    1-Proyección vital: a la vida.

    2-Producto social.

    3-Valoración de lo telúrico, de lo terrrígeno.

    4-Sentido de la historia.

    5-Proceso de independencia: querer ser propio.

    6-Inseguridad juvenil: como es Filosofía joven es insegura, inventa términos.

    7-Sentido optimista del tiempo: se mira lo futuro, se ve no lo que se hizo sino lo que se puede hacer.

    8-Valoración de los aportes éticos.

    9-Preocupación por lo social-político.

    10-Connotación revolucionaria.

    El tema de la filosofía latinoamericana presenta una duda inicial, José Gaos se ha preguntado “¿Hay razón de ser hombres de lengua española o de América para no satisfacerse con la filosofía, por ejemplo, de lengua inglesa o con la filosofía Europea sino, Asiática?”. Sabemos que la humanidad ha desarrollado una rica tradición filosófica. Las problemáticas que han aquejado a cada época están prolijamente detalladas en una multiplicidad de textos, hoy día, canónicos. Entonces, ¿existe alguna razón para que nosotros, hombres de esta América, no nos contentemos con esta rica tradición? Parece que si, porque la historia de las ideas en Latinoamérica está marcada por un deseo constante de encontrar el camino de la propia filosofía. Si para los primeros filósofos griegos la filosofía es afán de saber, ese afán, en Latinoamérica siempre se ha presentado como la voluntad de dar respuesta nada más y nada menos, a nuestra capacidad y posibilidad de pensar. Tal es el desafío lanzado desde los primeros escritos surgidos en el continente; interrogación por una filosofía americana que se reconoce como un planteamiento desde América y para americanos, problemática que contradice histórica y temáticamente la intención de situar la filosofía como una reflexión referida a problemas universales, eternos, y en tanto que tal, no sometida a determinaciones temporales ni regionales. Cuando se pregunta por la existencia de una filosofía americana, se hace partiendo del sentimiento de una diversidad, es la conciencia de la distinción y la diferencia, lo que guía el ejercicio teórico desde el contexto regional al plano de las ideas. Para el mexicano José Vasconcelos, subyace en esta preocupación un deseo de reconocimiento e identidad: “Bien visto y hablando con toda verdad, casi no nos reconoce el europeo ni nosotros nos reconocemos en él. Tampoco sería legítimo hablar de un retorno a lo indígena (...) por que no nos reconocemos en el indígena ni el indio nos reconoce a nosotros. La América española es de esta suerte lo nuevo por excelencia, novedad no sólo de territorio, también de alma”.
     La duda que se presenta frente al planteamiento de Vasconcelos es acerca del carácter de la distinción, en base a qué surge este sentimiento de distinción o mejor aún, ¿cuáles son los caracteres distintivos que ofrece el pensamiento filosófico latinoamericano? Lo cual a su vez nos lleva a preguntarnos acerca de la unidad de pensamiento en nuestra región. ¿Es lícito tomar a Latinoamérica como un solo cuerpo?
    En primer lugar, se ha tomado a Latinoamérica como un solo cuerpo, en virtud de la similar evolución que han tenido las ideas en los distintos países. En Chile, en México, en Argentina, en Perú y en gran parte del continente, se dan los mismos períodos de desenvolvimiento filosófico. Además operan las mismas influencias con efectos análogos y se producen muy semejantes frutos intelectuales. Lo último, además, es significativo para comprender las diferencias de la reflexión latinoamericana con el pensar europeo. Si bien es cierto, las corrientes filosóficas llegan como influencias continentales –en la mayoría de los países los mismos autores y tendencias en un mismo período de tiempo–, también, es fácil constatar, que los pensadores locales, al apropiarse de ellas, las han desarraigado de sus creadores, las han deformado hasta hacerlas irreconocibles a los ojos de sus autores. En los albores del pensamiento latinoamericano, un argentino, Alejandro Korn, ya daba cuenta de ello: “De allende los mares recibimos, en efecto, la indumentaria y la filosofía confeccionadas. Sin embargo; al artículo importado le imprimimos nuestro sello. Si a nosotros se nos escapa, no deja de sorprender al extranjero que nos visita; suele descubrirnos más rasgos propios –buenos o malos– de cuanto nosotros mismos sospechábamos”.
     Existe, también, un rasgo histórico que tiene mucha repercusión en la génesis y sentido del pensamiento latinoamericano; se trata del hecho de que la filosofía ha comenzado en el continente desde cero, es decir, sin apoyo de una tradición intelectual milenaria, pues el pensar indígena no fue incorporado al proceso de la filosofía Hispanoamericana. La filosofía ha correspondido al carácter de un árbol transplantado, y no “de una planta que surgiera de la conjunción de factores propicios a un brote original y vigoroso de pensamiento”, como hace notar el pensador peruano Augusto Salazar Bondy en su ya clásico libro Existe una Filosofía de Nuestra América Ahora bien, tal vez, sea este carácter de transplantado el que opere como marco referencial del pensamiento latinoamericano, ya que, su reflexión no se ha caracterizado por ser una filosofía del Ser, del conocer y del querer, sino más bien, por preguntarse, una y otra vez, acerca de su posibilidad de existencia. Si algo caracteriza el pensamiento latinoamericano es su preocupación por captar la llamada esencia de lo americano, con toda la carga equívoca que esto ha significado.
     En tercer lugar, el pensamiento latinoamericano siempre ha tendido hacia lo social y político. Las reflexiones en torno a Dios, el alma, la muerte o el Ser, no han tenido cabida en la agenda principal de su filosofía. El largo viaje hacia sí mismo que emprendió la reflexión desde sus comienzos, le ha llevado a plantearse preguntas acerca de sus condiciones de posibilidad, preguntas que han convocado a respuestas difíciles, donde el atraso, la marginación, el mestizaje, la hibridación y la dependencia han fundado una particular manera de enfrentar el quehacer filosófico
     La filosofía latinoamericana será, entonces, una serie de soluciones dadas a los problemas que interesan a los destinos nacionales; o bien la razón de los pueblos americanos, o bien las leyes por las cuales se llega a los objetivos propuestos. Filosofía comprometida con los problemas más urgentes, los problemas que plantea, por ejemplo, la relación compleja con el mundo occidental, donde las relaciones de subordinación e independencia, no dejan de golpear cada cierto tiempo, obligando con ello, a una actitud política de los pensadores. Actitud que conforma el perfil mismo de su filosofía y que se remonta a los primeros pensadores, los Sarmiento, Lastarria, Bilbao, Mora, Alberdi y tantos otros de la llamada generación de los emancipadores, que al mismo tiempo que reflexionaban sobre los problemas de su tiempo, actuaban para transformarlos. Leopoldo Zea los llama filósofos engagés, “que lo mismo tomaban la pluma que la espada, lo mismo escribían un libro sobre la sociedad que les había tocado en suerte y sus problemas, como un manifiesto llamando a la acción para realizar el cambio que esa sociedad necesitaba” Así, la reflexión que desarrollarán, más que una filosofía especulativa será de carácter práctico, de lo positivo y social, de la formación de criterios en torno a las instituciones políticas, religiosas y morales de sus respectivos países. La respuesta a una necesidad concreta, desafiando con esto, la pretensión de universalidad que la filosofía a ostentado en su desarrollo histórico-occidental. Al respecto, Juan Bautista Alberdi, nos dirá; “No hay, pues, una filosofía universal, porque no hay una solución universal de las cuestiones que la constituyen en el fondo. Cada país, cada época y cada filósofo ha tenido una filosofía peculiar, que ha cundido más o menos, porque cada país, cada época y cada escuela ha dado soluciones distintas a los problemas del espíritu humano”.

     Tenemos, entonces, que el marco referencial de la filosofía latinoamericana es político, así lo han entendido sus principales figuras y así ha quedado plasmado en el trabajo que a la fecha acumula cientos de volúmenes. Realizar, sin embargo, el itinerario de las problemáticas no es nada fácil, no sólo por su extensión y complejidad, sino fundamentalmente porque el carácter activo y casi militante que sus creadores le ha conferido dificulta la tarea de clarificar y distinguir. Pareciera que en el espacio de la reflexión latinoamericana no hubiera cabida a ningún tipo de objetividad, la necesidad de tomar partido amenaza a cada instante con convertir cualquier trabajo de investigación en un punto de vista parcial e interesado. Aun así, creemos que es posible realizar un mapa tentativo –y ciertamente inconcluso– de algunas problemáticas que por su carácter general y en la mayoría de los casos generacional, puede servir como introducción de lo que ha sido la reflexión filosófica en nuestra región.
     El proceso del pensamiento filosófico hispanoamericano, comienza con la introducción de las corrientes predominantes en la España de la época de la conquista, dentro del marco del sistema político y eclesiástico oficial de educación y con la finalidad principal de formar a los súbditos del Nuevo Mundo, de acuerdo con la ideas y los valores sancionados por el Estado y la Iglesia, se introducen en América y se propagan por nuestros países aquellas doctrinas que armonizan con los propósitos de la Conquista y la Colonia. De este modo, el latinoamericano desde sus orígenes se juega una cuestión vital para su existencia en su filosofía, marcándose el carácter político y no meramente especulativo de su reflexión. Las problemáticas aludidas son; meditaciones filosófico-teológicas en torno a la humanidad del indio, al derecho de hacer la guerra a los aborígenes y al justo título para dominar América. Si nos detenemos un momento en la primera problemática (acerca de la supuesta humanidad del indio) encontramos enclaves importantes para comprender una voluntad que recorrerá gran parte de la filosofía posterior.
     La Europa consideró que su destino, el destino de sus hombres, era hacer de su humanismo el arquetipo a alcanzar por todo ente que se le pudiera asemejar, esta Europa, al trascender los límites de su geografía y tropezar con otros entes, que parecían ser hombres, exigió a éstos que justificasen su supuesta humanidad, esto es, puso en tela de juicio la posibilidad de tal justificación si la misma no iba acompañada de pruebas de que no sólo eran semejantes si no reproducciones, de lo que el europeo consideraba como lo humano por  La filosofía comienza, entonces, en América con una polémica sobre la esencia de lo humano y la relación que pudiera tener esta esencia con los raros habitantes del continente descubierto, conquistado y colonizado. Dura problemática que hoy avergonzaría a cualquier pensador, sin embargo, situación real que marcó la manera de conducir la sociedad en su contexto jurídico, y en tanto que tal, filosofía política que sentó las bases de la convivencia de los habitantes de América. Al menos en su primer periodo, porque hay que decir que a pesar de la polémica entre Las Casas y Sepultada, los conquistadores mezclaban libremente su sangre con aquellos a los cuales se estaba negando la humanidad, y cabe decir, que lo hacían no sólo para enyuntarse, sino también, para formar familia y con ello, dar nacimiento al pueblo latinoamericano. La escolástica que tomó el control de las reflexiones teóricas del tiempo de la colonia se mantiene –con variantes locales y mayor o menor intensidad– hasta el siglo XVIII. A fines de este siglo se produce una atmósfera de cultura equivalente a lo que se conoce en Europa como la época de la ilustración y por eso algunos pensadores han denominado del mismo modo a esta etapa del proceso hispanoamericano. Periodo que cobra real significado con el advenimiento de los procesos revolucionarios de principios del siglo XIX y que se extiende aproximadamente hasta 1870, segmento de tiempo que configura el estadio de los emancipadores,definiendo por tal a los pensadores que tomaron el relevo, en el ámbito del pensamiento, de las figuras emblemáticas de los procesos independentistas. Andrés Bello, los describe de la siguiente forma; “La obra de los guerreros está consumada; la de los legisladores no lo estará mientras no se efectúe una penetración más íntima de la idea imitada, de la idea advenediza, en los duros y tenaces materiales ibéricos”. Al definir Andrés Bello el perfil de estos hombres como continuadores de la obra de los guerreros, los sitúa también como el fundamento de las teorías políticas que surgirán en esta época. Concretamente estos pensadores darán cabida a la discusión entre liberales y conservadores y protagonizarán las principales disputas acerca de la forma de conducir el Estado y dirigir la sociedad civilizada
     Tal vez quien mejor ilustra la voluntad de los emancipadoreses el propio Simón Bolívar, un hombre de acción, pero que supo plantear una cuestión que sería capital para la reflexión de gran parte del siglo XIX en el continente. Bolívar pide la total ruptura con el orden político, social y cultural, dentro del cual los americanos sólo pueden tener el papel de siervos. No teniendo nada propio a lo cual aferrarse, la América bien puede hacer suyos los modelos y experiencias culturales que han triunfado en otras latitudes. Las mismas naciones que habían marginado la cultura iberoamericana servirían como modelo emancipador, para borrar el largo y equívoco pasado colonial. Habría que partir de cero, apropiándose del modelo exterior, este será, el proyecto civilizador que adoptarán los emancipadores, una generación de pensadores críticos en los que se adelantará, en muchos sentidos, la interpretación que harán suya, años después, los positivistas latinoamericanos. Varios miembros de esta generación crítica encontrarán posteriormente, en el positivismo, la justificación filosófica de sus interpretaciones. Expresión de estas críticas al pasado colonial impuesto, lo serán entre otras la Memoria de José Victorino Lastarria (1817-1888), presentada en 1843, bajo el título de Investigación sobre la influencia de la Conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile. La obra del mexicano José María Luís Mora, publicada en 1837, titulada Revista política de las diversas administraciones que la República Mexicana ha tenido hasta 1837. La obra del argentino Domingo Faustino Sarmiento, publicada en 1845, Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina. La obra de otro argentino, Juan Bautista Alberdi, publicada en 1852, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. La de Francisco Bilbao, Sociedad Chilena, publicada en 1844.

     De la misma forma como los conquistadores y colonizadores iberos, trataron de soterrar las viejas culturas indígenas yuxtaponiendo las propias, los emancipadores latinoamericanos tratarán de enterrar el pasado colonial, la cultura hispana y la indígena, así como el mestizaje a que dio origen la Colonia. Se intenta una nueva yuxtaposición imitándose ahora los modelos culturales de la Europa occidental, tanto las instituciones políticas sajonas como las expresiones de la Literatura y la Filosofía de la Cultura de Francia. De igual manera se tomarán las expresiones a que diera origen la democracia de los Estados Unidos. Ser como Inglaterra, Francia o los Estados Unidos serán las metas del proyecto civilizador, por tanto será necesario anular el propio pasado, considerándolo impropio. La emancipación política alcanzada por los libertadores, deberá ser ahora seguida por lo que los civilizadores llamaron emancipación mental

     En 1852, el argentino Juan Bautista Alberdi, al referirse al sistema educativo propio para los pueblos como los latinoamericanos, que tratan de rebasar hábitos y costumbres impuestos por un largo dominio colonial, escribe: “En nuestros planes de instrucción debemos huir de los sofistas, que hacen demagogos, y del monarquismo, que hace esclavos y caracteres disimulados. Que el clero se eduque a sí mismo, pero no se encargue de formar a nuestros abogados y estadistas, a nuestros negociantes, marineros y guerreros. ¿Podrá el clero dar a nuestra juventud los instintos mercantiles e industriales que deben distinguir al hombre de Sudamérica? ¿Sacará de sus manos esa fiebre de actividad y de empresa que lo haga ser el yankee hispanoamericano?” Colindante con el anterior pensamiento el mexicano José Luís Mora se empeñaba en alcanzar lo que llamaba la mayoría de edad mental. Lograda la emancipación frente al poder político de la Colonia, era necesario dar el segundo paso, la emancipación del espíritu, frente a hábitos y costumbres que ésta había impuesto a los americanos. Los mexicanos particularmente sensibilizados frente al poder de su vecino país pensaban que sus posibilidades pasaban por hacer de sí mismos una nación poderosa, para lo cual debía fortalecerse, en primer lugar, mediante una educación que permitiese a los mexicanos ser tan fuertes como sus vecinos. Sólo semejándose a ellos, podría resistir cualquier nuevo embate. Se trata en conclusión, tal como lo había dicho Alberdi, de hacer de ellos los yankees del Sur.
     Otro argentino, Domingo Faustino Sarmiento, propondrá este mismo proyecto, mediante el cual los hombres de esta América pudiesen incorporarse al progreso como agentes activos de la civilización. De lo que se trata, es de ser como los Estados Unidos, afirmaba en 1850; “Llamaos los Estados Unidos de la América del Sur, y el sentimiento de la dignidad humana y una noble emulación conspirarán en no hacer un baldón del nombre a que se asocian ideas grandes” Y en 1883 volviendo sobre el tema dirá; “La América del sur se queda atrás y perderá su misión providencial de sucursal de la civilización moderna. No detengamos a los Estados Unidos en su marcha; es lo que en definitiva proponen algunos. Alcancemos a los Estados Unidos. Seamos la América, como el mar es el Océano. Seamos Estados Unidos
     Con ciertos matices los llamados pensadores emancipadores conciben el paso del retroceso al progreso, de la barbarie a la civilización, a partir de un cambio de mentalidad; cambio del cual habrá de surgir la acción que permita a Latinoamérica hacer suyos los bienes de un mundo que tenía sus grandes abanderados en la Europa Occidental y en los Estados Unidos de Norteamérica. La técnica, las vías de comunicación, las fábricas harían por esta América lo que ya estaban haciendo por esos grandes pueblos. Y si bien la herencia colonial española obstaculizaba esta posibilidad, los hombres de esta región, los progresistas, los civilizadores, podían pugnar para facilitar la presencia física de hombres provenientes de esos mismos pueblos, para que hiciesen por esta América lo que ya habían hecho por sus naciones. “¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y los estados Unidos, traigamos pedazos vivos de ellos en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslos aquí”, afirma Alberdi, ya que para el, como para sus contemporáneos, los hombres de esta América son incapaces de dar el paso del retroceso al progreso, de la barbarie a la civilización, hay que dejar, entonces, a estos especialistas del progreso conducir los destinos de Latinoamérica. Es más, será necesario proteger a las empresas extranjeras, a sus inversionistas, a sus capitales; “¿Son insuficientes nuestros capitales para esas empresas? Entregadlas entonces a capitales extranjeros. Dejad que los tesoros de fuera como los hombres se domicilien en nuestro suelo Rodead de inmunidad y de privilegios el tesoro extranjero, para que se naturalice entre nosotros”
     De esta forma, los distintos pueblos de la América latina, intentarán una especie de entrega de sí mismos al sistema encarnado en los pueblos sajones, en los pueblos que han dado origen a la civilización.  de Latinoamérica. Los mexicanos, para resistir al invasor le entregan su esencia confundiéndose con él; los americanos del sur, queriendo cortar los últimos lazos de la colonización hispana aceptan el tutelaje mental, cultural, político y económico de la Europa moderna y su expresión en América del norte. Ser como los norteamericanos para no ser dominados por ellos o ser, simplemente, los yankees del sur para poder ser así parte del mundo que estos, con su acción, han creado. El instrumento de que se valdrán los latinoamericanos para realizar este cambio será el positivismo. Esta es la filosofía en que ha encarnado el espíritu de los hombres que han hecho posible la civilización, la filosofía que ha dado sentido al progreso logrado por la Europa Occidental y los Estados Unidos. La tarea, entonces, para aquellos que desean concretizar la labor emprendida por los emancipadores será desarrollar esta filosofía, apropiarse de su sentido. La revolución mental, de la que hablaba Alberdi y Mora, se concretizará como tránsito hacia el progreso de la mano del positivismo. De la misma manera que el proyecto ilustrado de Bolívar se transforma en civilizador, éste se materializará en la filosofía positivista.
     En un esfuerzo por cambiar los hábitos y costumbres formados por el largo dominio ibero, que sólo trajo atraso y marginación, deberá nacer una doctrina, una filosofía que, reeducando a los americanos, les permitirá realizar el ineludible paso del retroceso al progreso. Una filosofía que hiciese de los hombres latinoamericanos hombres prácticos, positivos; hombres que hiciesen por esta parte del mundo lo que otros, con esta mentalidad, la que les es propia, han hecho ya. En este sentido es importante la conferencia de Juan Bautista Alberdi, titulada Ideas para presidir a la confección del curso de filosofía contemporánea, leída en 1840, en el Colegio de Humanidades de Montevideo. En esta disertación Alberdi, a partir de las expresiones de la filosofía europea contemporánea, de las cuales se derivará el positivismo, y el pragmatismo estadounidense, expone la filosofía que considera ha de ser propia de la América Latina; una filosofía para la solución de los problemas de la misma. En este sentido una filosofía de lo concreto, de los problemas concretos de los hombres de esta América. La transformación a partir de la cual pueden encabezar la marcha del progreso y la civilización. “La filosofía –dice Alberdi– se localiza por el carácter instantáneo y local de los problemas que importan especialmente a una nación, a los cuales presta la forma de sus soluciones. La filosofía de una nación es la serie de soluciones que se han dado a los problemas que interesan a los destinos generales. Nuestra filosofía será, pues, una serie de soluciones dadas a los problemas que interesan a los destinos nacionales”
     El problema para los positivistas latinoamericanos, como ya lo fuera para los libertadores y los emancipadores, será la realidad a la que se enfrentan al encontrarse inconformes con ella. Una realidad que ha de ser, no solo transformada, sino de ser posible cambiada por otra distinta. La adopción de la filosofía positiva será expresión de este intento. Se adopta, precisamente, la filosofía que ha dado origen al mundo del que se quisiera formar parte. Una filosofía, consideran, que sabe conciliar la libertad con el orden que la garantice. Un orden que será adoptado y aceptado libremente y con el cual ha de substituirse el antiguo orden impuesto por el coloniaje.
     El positivista latinoamericano se considera continuador de la acción que para poner fin a la tutela colonial ha realizado el liberalismo. Los positivistas son, también, liberales, pero con un mayor grado de realismo que sus antecesores. Para esta nueva corriente de pensamiento la libertad no puede confundirse con anarquía. La libertad es expresión de la acción creadora del hombre que la anhela y la hace posible. Para posibilitar el nuevo orden para la libertad había necesidad de destruir el orden colonial impuesto. Tal fue la tarea de los liberales; pero que, una vez cumplida, debería transformarse en acción constructiva. La tarea del positivismo sería la de crear el orden que sustituyese al destruido por la voluntad de los emancipadores.
     Los positivistas tenían ante sí la visión de una larga guerra civil, de una larga anarquía en la mayoría de los países de la América Latina, la lucha entre los partidarios del viejo orden y los que anhelaban un orden aceptado libremente como instrumento de realización de metas que debían ser propias y no extrañas. Los positivistas conscientes de los efectos de la libertad por la libertad, no deseaban el desorden permanente, por ello se empeñaban en crear un nuevo orden. Pero esto no se daría imitando simplemente otros órdenes, por extraordinarios que fuesen en su lugar de origen. No era copiando instituciones de las naciones que encarnaban la civilización y el progreso, que se iba a ser como ellas. No era adoptando la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica que los latinoamericanos iban a transformar el orden colonial en un orden democrático.
     Se trataba de ir más allá de la lucha entre liberales y conservadores, entre partidarios del progreso y partidarios del retroceso; de la lucha entre pipiolos y pelucones, entre unitarios y federales. De lo que se trata es de posibilitar la libertad, pero también el orden que la garantizase. Se trataba como lo exponía Simón Bolívar, de ir más allá de la lucha entre godos y jacobinos. Lucha que no beneficiaba a ninguno, sumiendo en la anarquía y miseria a sus pueblos. En México, vencido el conservadurismo, sería necesario apuntar un orden para la libertad. En Chile, el liberalismo que paso a paso se iba imponiendo al orden sin España creado por Portales, se plantea la necesidad de un nuevo orden liberal. Bolivia y el Perú, desgarrados por largas luchas intestinas, hablan también, de la necesidad de un orden que diese perfiles de nación a sus diezmados pueblos. En casi todos los países latinoamericanos, de una u otra forma, se les ha presentado el positivismo como el más adecuado instrumento para enfrentar una realidad que consideran ha de ser cambiada. Así, por ejemplo, los nuevos positivistas americanos, demostraron una honda preocupación por fundar una moral con una base científica, una moral que no solo superara a la emanada del catolicismo, sino también a aquella que surgía de lo que ellos consideraban liberalismo anárquico. Para eso tenían que cambiar el concepto de libertad o libre albedrío y ponerlo más acorde con una filosofía nacida de las ciencias positivas.
     El despotismo ilustrado, en el que de alguna forma pensaron los libertadores de América Latina, será sustituido por un despotismo positivista. De acuerdo con el positivismo inglés, había que posibilitar el orden del que habría de derivarse la libertad. De acuerdo con Comte, el orden de la naturaleza daba origen a la única forma de libertad, la que se hace manifiesta en las diversas expresiones de esta naturaleza, partiendo de sus expresiones más simples hasta las más complejas como lo son las sociedades humanas. De lo que se trataba entonces era de impedir que nada interfiriese en la realización de la libertad de acuerdo con sus propias leyes. Despotismo positivista, liberalismo dentro del orden o la ley, esta será la justificación que se darán los grupos de poder que se sucederán en el gobierno, a lo largo del continente, hacia fines del siglo XI
     En Latinoamérica se pueden mencionar dos grandes problemáticas que tienen continuidad como expresión del pensamiento más genuino de esta región y que alcanzan su mayor presencia al interior de la lógica utopista de los años sesenta. La primera, guarda relación con la búsqueda constante de una identidad propia, lo que Leopoldo Zea ha llamado el largo camino hacia sí mismo. Preocupación por situar una respuesta certera a la pregunta lanzada desde el comienzo de la época colonial ¿Qué somos? La segunda problemática, ligada a la respuesta que se ha venido dando a la primera, tiene relación con el lugar que ocupamos en el concierto mundial, ahora, la pregunta es topológica, busca situarse con propiedad en un torrente continuo de relaciones que parecen no ser nunca armónicas. Al interior de esta problemática, los criterios de diferenciación, serán capitales para establecer un lugar desde donde el “ser americano” puede decir su verdad.
     Esta doble preocupación antecedió a los movimientos revolucionarios que gestaron los procesos independentistas de comienzos del siglo XIX. Preocupación, que lejos de decaer, se terminó de configurar en su real significación con los pensadores que prosiguieron, en el ámbito de las ideas, el trabajo realizado por los hombres de acción. Ya Simón Bolívar se preguntaba en la carta de Jamaica ¿Qué somos?, ¿Indios?, ¿Españoles?, ¿Americanos?, ¿Europeos? Y ligadas a estas preguntas las consideraciones relacionales: ¿Qué tenemos en común con otros hombres situados allende los mares? Problemáticas que pusieron a estos hombres en la pista de la segunda emancipación, la independencia mental. El argentino Domingo Faustino sarmiento vuelve a preguntar: ¿Qué somos? De la respuesta que cada pueblo fue dando depende el orden social y político que prima en nuestra América
     Los desafíos que la historia va poniendo a los americanos agudizarán más aún esta doble preocupación. Anulado el coloniaje impuesto por la Europa ibera surgen nuevas formas de dominación que mantendrán la tensión durante todo el siglo XIX. La Europa occidental y los Estados Unidos, al otro lado del río bravo en América, van imponiendo formas de integración ajenas a la voluntad de los pueblos de la América Latina. Las preguntas sobre la identidad son ahora en relación con la extraordinaria civilización que el mundo occidental, Europa y estados Unidos, había originado y las razones por las cuales los pueblos de nuestra región se saben marginados. ¿Cómo ser como Europa?, ¿Cómo ser como Estados Unidos? Preguntas de corte relacional que se enfrentan a la misma identidad que se venía formando. Paradoja del ser latinoamericano, que para llegar a ser debe dejar de ser. Se trata de eliminar la vieja identidad, en tanto que esta actúa como prolongación del antiguo coloniaje, y relega a los pueblos americanos al atraso y la postergación. ¿Cómo ser occidentales?. Hay que dejar de ser indios, españoles y mestizos: para ello, debemos lavarnos la sangre y el cerebro. Habrá que anular etnias y culturas consideradas impuestas por el coloniaje para poder ser otro de lo que se es Fue esta la respuesta que emprendieron los positivistas y emancipadores cuando ya el siglo comenzaba a declinar.
     Como un rechazo a la nueva dependencia que se forma a partir de los Estados Unidos, –quienes han expulsado a los españoles de sus últimas colonias en 1898, y se han erigido como el modelo a imitar-, surge una necesidad de autoafirmarse en lo propio, éste es el mensaje de los Martí, Rodó y Vasconcelos. Un no a la nordomanía y la asunción de la múltiple identidad que caracteriza a los hombres de la región. José Vasconcelos resume esta idea en la utopía de la Raza Cósmica. ¿Qué somos? Somos indios, españoles, americanos, africanos, asiáticos y mestizos, y por serlo, una rica y peculiar expresión del hombre. Un crisol donde se funden un conjunto de razas y culturas.

    Filosofía analítica ( los problemas filosóficos)



    También llamada «análisis filosófico», es el conjunto de tendencias de filosofía del lenguaje, resultado del giro lingüístico producido en las primeras décadas del siglo. XX, que como característica común sostienen que los problemas filosóficos consisten en confusiones conceptuales, derivadas de un mal uso del lenguaje ordinario y que su solución consiste en una clasificación del sentido de los enunciados cuando se aplican a áreas como la ciencia, la metafísica, la religión, la ética, el arte, etc. Por lo general, los autores que siguen estas tendencias entienden que la filosofía es una actividad -para unos terapéutica, para otros clasificadora cuyo objeto es esclarecer el significado de los enunciados. En palabras de Habermas, se produce un cambio de paradigma, al pasar de una filosofía de la conciencia, o de una epistemología, -en la que importan las relaciones entre el sujeto y el objeto- a una filosofía del lenguaje, en la que importan las relaciones entre el enunciado y el mundo, esto es, a una teoría del significado. Una cuestión tan clásica, por ejemplo, como la que puede formularse en teoría del conocimiento acerca de «qué es conocer» se reformula y reinterpreta como una cuestión sobre el significado, referente a «qué se quiere decir cuando se dice que conocemos algo». Se enmarcan bajo la etiqueta de "filosofía analítica" un conjunto amplio de diversas escuelas con algunos puntos en común. Como consecuencia del nazismo, muchos grupos germanos se vieron obligados a emigrar de sus países de origen, por lo que el movimiento terminó concentrándose geográficamente en el mundo angloamericano. He aquí algunos de sus rasgos predominantes:

    Empirismo y positivismo

    La crítica al idealismo condujo a la recuperación de la tradición filosófica inglesa: el empirismo y paradójicamente, este retorno al empirismo se dio en la cuna del idealismo ingles: Cambridge. Otro centro de la filosofía analítica será Viena.

    Al menos las dos primeras generaciones de los representantes de esta escuela, eran científicos destacados del campo de las matemáticas y la física. Consecuentemente resurge la negación del valor de la metafísica y la consideración de la ciencias naturales como únicas ciencias válidas.


    El análisis del lenguaje

    Si la metafísica carece de todo valor, entonces ¿cuál será el objeto de la filosofía?. La respuesta que aparece es: "el análisis del lenguaje". La comprensión de este tópico, varía de acuerdo a los pensadores y las escuelas. La filosofía analítica concibe el análisis de la siguiente manera:

    ► El análisis del lenguaje, sentido desde el cual difiere del empirismo ya que no se dedicarán al análisis psicológico. Se trata de un análisis orientado hacia la lingüística y las proposiciones.

    ► El análisis puede realizarse en una doble dirección: a través del formalismo o el análisis lógico del lenguaje científico y el "antiformalismo" o el lenguaje lingüístico del lenguaje común.

    La filosofía será de esta forma una actividad más no un saber sustantivo: será la actividad del análisis del lenguaje. Tal análisis tendrá como objetivo la clasificación de los conceptos filosóficos y científicos. El lenguaje no será tanto objeto de investigación (como en la filosofía del lenguaje) como el medio a través del cual ser realiza el análisis, y el análisis mostrará que la mayoría de los problemas filosóficos, no su totalidad no son sin problemas falsos creados por la naturaleza misma de lenguaje. Entonces el rechazo a la metafísica desplaza el énfasis de los límites del conocimiento (como en Hume o Kant) para suscribirse a los límites del lenguaje, en tanto las proposiciones de la metafísica carecen de significados: "sobre lo que no se puede hablar, mejor es callarse" (Wittgenstein) En esta línea, afirmará Russell, por ejemplo, que la estructura, sujeto predicado fue la que condujo a crear la distinción filosófica de substancia-accidente, lo que equivale a caer en las "trampas" del lenguaje.


    En este último sentido, más estrecho, la filosofía analítica se identifica con los compromisos filosóficas específicas, tales como:
    El principio positivista lógico que no hay verdades específicamente filosóficas y que el objeto de la filosofía es la clasificación lógica de los pensamientos. Esto se puede contrastar con el fundamentalismo tradicional, que considera a la filosofía como una ciencia especial, elite que investiga las causas y principios fundamentales de todo. Como resultado, muchos filósofos analíticos han considerado sus investigaciones como continuo con o subordinada a los de las ciencias naturales.
    El principio de que la aclaración lógica de pensamientos sólo puede lograrse mediante el análisis de la forma lógica de proposiciones filosóficas. La forma lógica de una proposición es una forma de representar a mostrar su similitud con el resto de propuestas del mismo tipo. Sin embargo, los filósofos analíticos discrepan ampliamente sobre la forma lógica correcta del lenguaje ordinario.
    El rechazo de los sistemas filosóficos radicales a favor de la atención a los detalles o el lenguaje ordinario.

    Según un punto característico de Bertrand Russell:

    "Empirismo analítico moderno difiere de la de Locke, Berkeley, y Hume por su incorporación de las matemáticas y su desarrollo de una potente técnica lógica. Por lo tanto, es capaz, en lo que respecta a ciertos problemas, para lograr respuestas definitivas, que tienen la calidad de la ciencia más que de la filosofía. Tiene la ventaja, en comparación con las filosofías de los constructores de sistemas, de ser capaz de hacer frente a sus problemas de uno en uno, en lugar de tener que inventar un solo golpe una teoría bloque de todo el universo. Su métodos, en este sentido, se asemejan a los de la ciencia no tengo ninguna duda de que, en la medida en que el conocimiento filosófico es posible, es por estos métodos que se debe buscar,. También tengo ninguna duda de que, con estos métodos, muchos antiguos problemas son completamente solubles ".

    La filosofía analítica se entiende a menudo en contraste con otras tradiciones filosóficas, la filosofía continental, sobre todo, y también la filosofía india, el atomismo, y el marxismo.

    ANÁLISIS DEL LENGUAJE IDEAL

    Desde aproximadamente 1910 hasta 1930, los filósofos analíticos como Russell y Ludwig Wittgenstein destacaron la creación de un lenguaje ideal para el análisis filosófico, que sería libre de las ambigüedades del lenguaje ordinario que, en su opinión, a menudo se hace filosofía válida. Esta corriente filosófica puede ser llamado "análisis de ideales-lenguaje" o "formalismo". Durante esta fase, Russell y Wittgenstein trató de comprender el lenguaje, y por lo tanto los problemas filosóficos, mediante el uso de la lógica formal para la formalización de la forma en que se realizan las declaraciones filosóficas. Ludwig Wittgenstein desarrolló un sistema integral de atomismo lógico en su Tractatus Lógico-Philosophicus. Él lo que argumentó que el mundo es la totalidad de los estados reales de las cosas y que estos estados de cosas se puede expresar mediante el lenguaje de la lógica de predicados de primer orden. Así que una imagen del mundo se puede hacer mediante la expresión de los hechos atómicos como proposiciones atómicas, y la vinculación con operadores lógicos.

    ANÁLISIS DEL LENGUAJE ORDINARIO

    Después de la Segunda Guerra Mundial, durante la década de 1940 y 1950, la filosofía analítica dio un giro hacia el análisis del lenguaje ordinario. Este movimiento tuvo dos vertientes principales. Que se sigue en la estela de la filosofía tardía de Wittgenstein, que salió dramáticamente de sus primeros trabajos del Tractatus. La otra, conocida como "la filosofía de Oxford", involucrados JL Austin. A diferencia de los filósofos analíticos antes que pensaban los filósofos deben evitar las trampas engañosas del lenguaje natural mediante la construcción de lenguajes ideales, los filósofos del lenguaje ordinario afirmaron que el lenguaje ordinario ya representaba un gran número de distinciones sutiles que habían sido reconocidos en la formulación de las teorías filosóficas tradicionales o problemas . Mientras que las escuelas como el positivismo lógico enfatizan términos lógicos, que se supone ser universal e independiente de factores contingentes, filosofía del lenguaje ordinario enfatiza el uso de la lengua por la gente común. Los más conocidos filósofos del lenguaje ordinario durante la década de 1950 eran Austin y Gilbert Ryle.

    La filosofía del lenguaje ordinario busca a menudo para dispersar a los problemas filosóficos, mostrándoles que es el resultado de no entender el lenguaje ordinario. Véase, por ejemplo Ryle y Wittgenstein, entre otros.

    La filosofía analítica contemporánea

    Aunque los filósofos contemporáneos que se auto-identifican como "analítica" tienen intereses muy divergentes, las hipótesis y métodos, y con frecuencia han rechazado las premisas fundamentales que definen el movimiento analítico antes de 1960-la filosofía analítica, en su estado actual, se toma generalmente para definir por un estilo particular caracterizado por la precisión y la rigurosidad acerca de un tema estrecho, y la resistencia a la "discusiones imprecisas o caballero de temas amplios."

    En la década de 1950, el positivismo lógico fue influyente desafiado por Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas, Quine en "Dos dogmas del empirismo", y Sellars en el empirismo y la Filosofía de la mente. Después de 1960, la filosofía anglófona comenzó a incorporar una amplia gama de intereses, puntos de vista y métodos. Sin embargo, muchos filósofos en Gran Bretaña y Estados Unidos todavía se consideran "filósofos analíticos". En gran parte, lo han hecho mediante la ampliación de la noción de "filosofía analítica" de los programas específicos que dominaron la filosofía anglófona antes de 1960 a una noción mucho más general de un estilo "analítico", que se caracteriza por la precisión y la rigurosidad de un tema estrecho y frente a "discusiones imprecisas o caballero de grandes temas". Esta interpretación de la historia está lejos de ser universalmente aceptada, y sus oponentes diría que minimiza enormemente el papel de Wittgenstein en los años sesenta y setenta.

    Muchos filósofos e historiadores han tratado de definir o describir la filosofía analítica. Las definiciones incluyen a menudo un enfoque en el análisis conceptual: AP Martinich establece una analogía entre el interés de la filosofía analítica en el análisis conceptual y la química analítica, que "tiene por objeto determinar la composición química." Steven D. Hales filosofía analítica descrito como uno de los tres tipos de método filosófico practicado en Occidente: "ara casi inversa por número de partidarios, que son la fenomenología, la filosofía ideológica y la filosofía analítica".

    De Scott Soames de acuerdo en que la claridad es importante: la filosofía analítica, dice, tiene "un compromiso implícito-aunque vacilante e imperfecta-a los ideales de la claridad, el rigor y la argumentación" y "apunta a la verdad y el conocimiento, a diferencia moral o espiritual mejora la meta en la filosofía analítica es descubrir lo que es verdad, no proporcionar una receta útil para vivir la vida de uno ". Soames también que la filosofía analítica se caracteriza por "un enfoque más gradual. Hay, creo, una presunción generalizada dentro de la tradición que a menudo es posible avanzar filosófico intensa investigación de un pequeño rango, circunscrito de temas filosóficos, mientras que la celebración de más amplio , preguntas sistemáticas en suspenso ".
    Algunos de los campos y subcampos más importantes y activos en la filosofía analítica se resumen en las siguientes secciones.

    FILOSOFÍA DE LA MENTE Y LA CIENCIA COGNITIVA

    Motivado por el interés de los positivistas lógicos "en verificacionismo, el conductismo era la teoría más prominente de la mente en la filosofía analítica de la primera mitad del siglo XX. Los conductistas tienden a mantener ya sea que las declaraciones acerca de la mente eran equivalentes a las declaraciones sobre el comportamiento y la disposición a comportarse de determinada manera o que los estados mentales son directamente equivalentes a un comportamiento y la disposición de comportarse. El conductismo más tarde se convirtió en mucho menos popular, a favor del tipo de fisicalismo y el funcionalismo, teorías que identifican los estados mentales con estados cerebrales. Durante este período, los temas de la filosofía de la mente a menudo en contacto directo con los problemas de la ciencia cognitiva, como la modularidad y el innatismo. Por último, la filosofía analítica ha ofrecido algunos filósofos que eran dualistas, y recientemente formas de dualismo de propiedades han tenido un resurgimiento, con David Chalmers como el representante más prominente.

    John Searle sugiere que la obsesión por la filosofía del lenguaje del siglo pasado, ha sido reemplazado por un énfasis en la filosofía de la mente, en el que el funcionalismo es actualmente la teoría dominante. En los últimos años, el foco central de la investigación en la filosofía de la mente ha sido la conciencia. Y si bien hay un consenso general para el modelo global de espacio de trabajo neuronal de la conciencia, hay muchos puntos de vista en cuanto a cómo los detalles se resuelven. Las teorías más conocidas son de Daniel Dennett heterofenomenología, Fred Dretske y representacionalismo de Michael Tye, y las teorías de orden superior de cualquiera de David Rosenthal-que aboga por un modelo o de pensamiento de orden superior David Armstrong y William Lycan-que abogan por una mayor modelo de percepción orden. Una teoría alternativa de orden superior, la de orden superior modelo global de estados, es ofrecido por Robert van Gulick.

    LA ÉTICA EN LA FILOSOFÍA ANALÍTICA

    Los filósofos que trabajan en la tradición analítica gradualmente han llegado a distinguir tres grandes ramas de la filosofía moral.
    Meta-ética, cuya función es la investigación de los términos y conceptos morales
    La ética normativa, cuya función es la exploración y producción de juicios éticos normativos
    La ética aplicada, cuya función es la investigación de cómo los principios normativos existentes se deben aplicar en los casos difíciles o dudosos, a menudo casos creadas por la aparición de nuevas tecnologías o nuevos conocimientos científicos.

    La ética aplicada

    Una característica importante de la filosofía analítica desde aproximadamente 1970 ha sido el surgimiento de la ética aplicada, un interés en la aplicación de los principios morales a los problemas específicos de carácter práctico.

    Áreas de especial interés para la ética aplicada incluyen cuestiones ambientales, cuestiones de derechos de los animales, y los muchos desafíos creados por el avance de la ciencia médica.

    LA FILOSOFÍA ANALÍTICA DE LA RELIGIÓN

    Al igual que el estudio de la ética, la filosofía analítica temprana tendió a evitar el estudio de la filosofía de la religión, rechazando en gran medida el tema como parte de la metafísica y por lo tanto carece de sentido. El colapso del positivismo lógico renovado interés por la filosofía de la religión, lo que provocó filósofos como William Alston, John Mackie, Alvin Plantinga, Robert Merrihew Adams, Richard Swinburne, y Antony Flew no sólo para introducir nuevos problemas, sino para temas clásicos reabrir como la naturaleza de los milagros, los argumentos teístas, el problema del mal, la racionalidad de la creencia en Dios, los conceptos de la naturaleza de Dios, y muchos más.



    Existencialismo



    Existencialismo es el nombre que se usa para designar a una corriente filosófica o de pensamiento considerada desde el positivismo como de "corte irracionalista" que tuvo su origen en el siglo XIX y se prolongó más o menos hasta la segunda mitad del siglo XX, aunque el existencialismo en sí atraviesa a toda la historia de la humanidad (por ejemplo en la sumeria Epopeya de gilmash se encuentran planteos llenos de angustia, esperanza, duelo, melancolía, anhelos de eternidad que luego reiterará siempre el existencialismo) ya que sus temas son los capitales de cada ser humano y de todo el conjunto de la humanidad. No se trata de una escuela homogénea ni sistematizada, y sus seguidores se caracterizan principalmente por su reacción contra la filosofía tradicional. Estos filósofos se centraron en el análisis de la condición de la existencia humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vidaUno de sus postulados fundamentales es que en el ser humano "la existencia precede a la esencia" (Sartre), es decir, que no hay una naturaleza humana que determine a los individuos, sino que son sus actos los que determinan quiénes son, así como el significado de sus vidas. El existencialismo defiende que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos. Esto incita en el ser humano la creación de una ética de la responsabilidad individual, apartada de cualquier sistema de creencias externo a él. En líneas generales el existencialismo busca una ética que supere a las moralinas y prejuicios; en esto al observador neófito puede resultarle contradictorio ya que la ética que busca el existencialismo es una ética universal, válida para todos los seres humanos, que muchas veces no coincide con los postulados de las diversas morales particulares de cada una de las culturas preexistentes.

    Características

    El existencialismo centra su atención en la existencia y cuestiones propias del hombre, de su ser, y en dar solución a los problemas del hombre.
    No solo la razón descubre la realidad: también sentimientos básicos como la angustia y frustración la descubren.
    El pesimismo: los existencialistas se caracterizan por un remarcado pesimismo en sus ideas.
    El hecho de crear su propia esencia: el existencialismo plantea que solo el hombre existe y que a pesar de haber un pesimismo remarcado se encuentra un positivismo en poder crear la propia esencia.
    Su popularidad se dio después de la segunda guerra mundial pues era una salida de pensamiento a la bancarrota de valores que dejó la guerra.
    Las cosas son pero solo existe el hombre: el hombre es el único que se crea su mundo y el existencialismo se concentra en esto se toman como sinónimos existencia al hombre y a la existencia, dado eso las cosas son pero no existen, solo el hombre existe de verdad en función de su libertad.
    Positivamente afirma la existencia humana y concreta.
    Sus representantes mantenían una lucha con el racionalismo que terminó con Hegel.
    Su existencia es libre y precede a la esencia.
    El hombre es libre.
    Salir de la propia conciencia para dirigirse hacia el Mundo: El hecho de existir consiste en estar en el mundo e interactuar con el entorno creando la esencia de las cosas saliendo de la propia conciencia.
    La existencia es tomada como trascendencia: ya que consiste en reconocer lo externo.
    Los valores son creaciones de la libertad humana: eso se da gracias a que solo el hombre existe y crea sus ideas del mundo                                                                                                                                 .JEAN- PAUL SARTRE

    Jean-Paul Sartre nació en París en 1905. Huérfano de padre desde muy niño, fue criado por una madre católica y un abuelo calvinista, lo que le creó una tensión religiosa que le conduciría finalmente al ateísmo.
    (1929) en la Escuela Normal Superior de París, donde conoció a Simone de Beauvoir, mujer con la que convivió y compartió sus ideas progresistas durante el resto de su vida. El título obtenido en la Escuela Normal le permitió ejercer la docencia en los liceos de El Havre, Laon y París, hasta el año 1945, en el que abandonó la enseñanza. Antes, entre 1933 y 1935, residió en Alemania como becario del Instituto Francés de Berlín, lo que le permitió entrar en contacto con la fenomenología de Husserl y las ideas existencialistas de Heidegger, que influyeron profundamente en la evolución de su pensamiento.
    Participó en la Segunda Guerra Mundial, primero como soldado y después, tras unos meses de internamiento en un campo de prisioneros de guerra en Alemania, como colaborador de la resistencia francesa contra los nazis.
    Una vez terminada la guerra, Sartre se dedicó de lleno al estudio de la filosofía y a la redacción de sus múltiples obras: ensayos (El existencialismo es un humanismo, 1946), novelas (La náusea, 1938), obras de teatro (Las moscas, 1943; A puerta cerrada, 1944), obras de investigación filosófica (El ser y la nada. Ensayo de una ontología fenomenológica,1943; Crítica de la razón dialéctica,1960).

    Su compromiso con la realidad social y política, desde una posición de izquierda, se plasmó en la fundación, junto con Merleau-Ponty, de la famosa revista Temps Modernes, el año 1946, y en su participación activa en las manifestaciones de mayo de 1968. El año 1964 la Academia Sueca le concede el premio Nobel de Literatura, pero Sartre lo rechaza por razones ideológicas. Los achaques de la vejez (Sartre está casi completamente ciego desde el año 1975) no le impiden seguir ejerciendo su actividad como intelectual comprometido, cosa que hace a través de numerosos artículos y conferencias. Murió en París el año 1980.

    Sartre fue una persona muy activa y comprometida con todos los aspectos y manifestaciones de la vida cultural, social y política de su tiempo. No fue sólo un gran filósofo, el máximo representante del existencialismo francés, sino también un gran escritor, que supo servirse de la literatura para expresar su pensamiento filosófico y sus ideas políticas. En el pensamiento de Sartre pueden distinguirse dos períodos. En el primero, encontramos su filosofía ontológico-existencial propiamente dicha, expuesta en obras como La náusea o El ser y la nada, ya citadas. El segundo, iniciado con la publicación de la Crítica de la razón dialéctica (1960), se caracteriza por llevar a cabo una revisión crítica del marxismo desde sus postulados existencialistas.
    Hay dos escuelas existencialistas: la cristiana y la atea (a la que pertenece Sartre), que lo único que tienen en común es que consideran que la existencia precede de la esencia.
    El existencialismo ateo saca las teorías necesarias para afirmar la inexistencia de Dios. Considera que afirmar la existencia de Dios es afirmar que Él es un ser en el cual la existencia precede a la esencia, y que en la consecuencia, si se afirmaba que Dios no existía, debe haber otro ser en el cual la existencia precede a la esencia, y este otro ser es el hombre, la realidad humana.
    El hombre, dice Sartre, surge en el mundo, y sólo después, se define por sus actos.
    Así, el hombre no es otra cosa que lo que él hace por medio de sus actos, y éste es el primer principio del existencialismo, del cual se deducen todas sus demás posiciones.
    Pienso que si en verdad no existiera Dios todo lo que dijo Sartre sobre el hombre es totalmente coherente, ya que, sin un Dios creador el hombre primero existe y después tiene esencia, pero tengo una objeción acerca de ese tema: Sartre asegura que el hombre es el único ser que primero existe y más tarde tiene esencia, cosa que a mi me parece equivocada debido a que se olvida del resto de los seres vivos, que al igual que el hombre, no tienen un dios creador. Por tanto sería mejor decir que todo lo natural tiene primero forma y después esencia.
    Sartre también dice que el hombre se define por sus actos, cosa con la que estoy de acuerdo, por que, por ejemplo, si una persona hace actos cobardes es que ella será cobarde, si una persona hace actos malévolos esa persona será mala, si una persona roba es una ladrona, si una persona mata es una asesina...
    Sartre afirma que el hombre es un proyecto que se vive subjetivamente, y que el hombre será, en consecuencia, lo que él mismo haya proyectado ser.
    El primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Lo cual no indica que sea responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de al existencia de todos lo hombres, esto es porque la palabra “subjetivismo” tiene dos sentidos:
    Por una parte quiere decir que cada hombre escoge por sí mismo.
    Por otra parte, para los existencialistas, cada hombre se elige, pero al elegirse, elige también a todos los hombres, ya que al crear con nuestros actos al hombre que somos, subjetivamente creamos también una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser.
    Así, al elegir ser esto o aquello estamos afirmando el valor de lo que elegimos, ya que siempre que elegimos, elegimos el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo también para todos.
    Por esto la responsabilidad va mucho más allá de nuestra pura individualidad, porque compromete a la humanidad entera.
    Ya que no puede escapar al sentimiento de esta total y profunda responsabilidad. El único modo de escapar a este sentimiento es por lo que Sartre llama “mala fe”, que consiste en la actitud de enmascarar la angustia separándose de la responsabilidad de su acción, su elección, en relación con el resto de la humanidad, ya sea atribuyéndole esa responsabilidad a un ente superior (actitud cristiana) o declarando que de su modo de actuar no tiene por qué seguirse el modo de actuar del resto de la humanidad.
    Esta responsabilidad evidentemente produce angustia, pero no es una angustia que lleve a no realizar ninguna acción, o a estar quieto, sino, por el contrario, es la condición misma de toda acción.
    Estoy de acuerdo con Sartre pero no totalmente ya que creo que en este apartado exageró un poco. Bien, una persona al elegir escoge por sí mismo y que la elección que se escoja siempre es la correcta para el que la toma (hasta ahí estoy de acuerdo), pero en eso de que al escogerse uno mismo se escoge a todos los hombres no estoy muy seguro de su veracidad. Vale que cuando escoges algo pueda afectar a los que están a tu alrededor, pero no a todo el mundo; vale que lo que es bueno para ti sea bueno, sea bueno para las personas de tu misma actitud y pensamiento, pero no para toda la humanidad. (en ella hay muchísima gente y no todos estarán conformes con la actitud que cojas)
    Yo diría que una persona al escogerse a sí mismo escoge también por las personas que le rodean ya que la vida de estos puede verse afectada por la decisión. Y que lo bueno para una persona puede ser bueno para algunas gentes que tienen una ideología similar a la de al persona.
    También estoy de acuerdo con Sartre cuando dice que el hombre tiene angustia por culpa de la responsabilidad que supone el escoger cualquier cosa. Si de mi elección, supuestamente, dependiese toda la humanidad yo también estaría angustiado. Cualquier cosa podría afectar a millones de personas... Espero que Sartre no esté en lo cierto.
    La responsabilidad y la angustia llevan al hombre al desamparo. Esto es si Dios no existe, o sea, en el existencialismo ateo. Sin un dios desaparece toda posibilidad de encontrar valores prioritarios. No hay un bien que sea para siempre y perfecto al cual nos podamos agarrar en nuestra acción porque no hay nada superior a nosotros que nos pueda guiar.
    En consecuencia, el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí la posibilidad de aferrarse. En otras palabras, no existen excusas que valgan para salirse de la responsabilidad y de la angustia. El hombre es entera y totalmente libre. Yo diría más: “el hombre está condenado a ser libre porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace” como dijo Sartre. Y como este “hacer“ implica un hacerse, el hombre está condenado a inventar a cada instante por que no encuentra enfrente valores u órdenes que hagan legítima su conducta.
    Por una parte no puede buscar en sí mismo los fundamentos de su acción debido a que el conocimiento es posterior a los actos, y, sin este conocimiento, el hombre no se puede dejarse llevar por su fundamento por que erraría.
    Por otro lado, según ya dije, no habrá ninguna moral general que diga qué es lo que hay que hacer.
    Estoy de acuerdo con Sartre cuando comenta que el hombre está sólo en este mundo y que no hay nada, ni estatuto ni ley, que le diga lo que está bien o lo que está mal. Gracias a eso podemos decir que somos totalmente libres y que, como dijo Sartre, nunca podremos dejar de serlo.
    Lo malo es que lo que hagamos puede que solo fuese bueno para nosotros y al no haber nada que no diga que es bueno y que es malo podríamos errar con lo que, según Sartre, sería un error que pagaría toda la humanidad.
    Otro elemento que se une a la angustia y desamparo es la desesperación pero en el sentido de que nos debemos limitar a contar con lo que depende de nuestra voluntad. El único elemento que hace legítima nuestra manera de actuar es el compromiso con la acción, asumiendo la angustia, la responsabilidad y el desamparo, lo cual no es necesario para la esperanza. Pero el no tener esperanza no lleva a estar quieto, sino todo lo contrario, porque sólo hay realidad en la acción, el hombre no es nada más que el conjunto de sus actos, todo lo que está fuera de su acción no es real, por lo tanto, inútil.

    Esto transforma al existencialismo en la doctrina más optimista del hombre, puesto que pone su destino en sus manos dándole la posibilidad de escoger lo que quiera, no como el cristianismo que pone el destino de los hombres en manos de un ser superior dejando al hombre sin libertad, cosa que jamás se le podrá quitar.
    Pienso que Sartre tiene razón cuando dice que el existencialismo es una doctrina filosófica optimista por que invita al hombre a no estarse quieto además de dejar su destino es sus propias manos para que pueda escoger libremente y con su acción poder hacer las cosas realidad.

    El punto de partida del existencialismo es la subjetividad humana. El “pienso luego existo” de Descartes es la verdad absoluta del hombre captándose a sí mismo, fuera de esto, todos los objetos de conocimiento son sólo probables, y para definir lo probable y verdadero, hay que partir de una verdad absoluta, que se alcanza en el captarse a sí mismo sin intermediarios, con ello el hombre no puede ser considerado como objeto y esto aporta dignidad al ser humano.

    ¿Por qué humana y no de cada individuo? Porque la subjetividad del cogito no es una subjetividad individual, ya que en el cogito no se descubre uno a sí mismo, sino a sí mismo frente a otro.

    Estoy de acuerdo cuando se dice que solo hay una verdad absoluta (pienso, luego existo) y que todo lo demás es probable. También estoy de acuerdo cuando dice que al pensar en la verdad absoluta el hombre se descubre a sí mismo, ya que descubre su verdad, y que con ello es imposible llamarlo objeto ya que no actúa como tal. Y esa es una capacidad, que , según el libro, solo nos la aporta el existencialismo.

    La subjetividad de la que hablamos no implica una absoluta gratitud en la acción, el poder hacer lo que uno quiera, ya que el actuar absolutamente libre no es igual a actuar por capricho, debido a que actúa de acuerdo a una situación en la que está comprometido por su acción, y en la que compromete con su elección a la humanidad entera, inventando su moral, en la cual haya una absoluta libertad pero no capricho.

    Estoy de acuerdo con Sartre cuando dice que se actúa según las circunstancias y que no se escoge por capricho. No se escoge una acción por capricho ya que crees que es lo mejor para ti y para los demás y también se actúa según las circunstancias, debido a que no puedes resolver todos los problemas de la misma forma o con el mismo criterio, ya que hay muchos factores que cambian la manera de actuar, así que para tomar una decisión tienes que inventar tus criterios y coger los de otra persona.

    Si se ha suprimido a Dios es necesario que alguien invente los valores, lo que significa que la vida no tiene un sentido ya marcado, le corresponde a cada uno darle un sentido, y el valor no es otra cosa que el sentido que se elija, que se inventa

    Estoy en total acuerdo con Sartre ya que sin un dios nos toca a nosotros, gente libre, escoger e inventar y tomar las riendas del sentido de nuestra vida.

    En la citada obra, Sartre atribuye a su versión del existencialismo los siguientes rasgos:

    1.Tesis fundamental: es un ateísmo consecuente; puesto que Dios no existe, no existe la naturaleza humana; el hombre no tiene esencia o naturaleza, es lo que él mismo se ha hecho; en el la existencia precede a la esencia.

    2. El hombre es un proyecto que se vive subjetivamente: lo que mueve a las personas son sus proyectos, su preocupación por la realización de su ser; pero estos proyectos y los ideales involucrados en ellos, no existen previamente a su decisión de realizarlos, no están trazados previamente por un destino, una naturaleza o una tabla de valores objetivos.

    3. El hombre es responsable de sí mismo y de todos los hombres: somos responsables de nosotros mismos porque lo que somos depende de lo que hemos querido ser, no de un destino divino, ni de una circunstancia social, ni de una predisposición biológica o natural; pero somos también responsables de los demás porque al elegir unos valores, elegimos una imagen del hombre tal y como debe ser; “nuestra acción compromete a la humanidad entera”.

    4. La libertad humana trae consigo los sentimientos de angustia, desamparo y desesperación. Angustia ante el hecho de que es uno mismo el responsable de sí mismo y de los demás; desamparo porque la elección se hace en soledad, no existe una tabla de valores en la que apoyarse, ni ningún signo que nos indique la conducta a seguir, es preciso inventarse la moral; y desesperación porque no es posible un control completo de la realidad en la realización del proyecto, porque siempre hay que contar con factores imprevistos, con la posibilidad de que se truequen nuestras buenas intenciones en malos efectos.

    5. Es una doctrina de la acción, contraria al quietismo: para el existencialismo sólo hay realidad en la acción, el hombre existe en la medida en que se realiza, es el conjunto de sus actos y nada más. Este pensamiento tiene dos caras: por un lado es duro para aquellas personas descontentas con lo que son, para los que no han triunfado en la vida; estas personas pueden engañarse diciendo que en realidad el conjunto de sus actos no muestra su auténtica valía, diciendo que hay en ellos capacidades, talentos o disposiciones desaprovechadas, que el mundo les ha impedido dar de sí todo lo que realmente son. Pero, por otro lado, esta doctrina es optimista pues declara que el destino de cada uno de nosotros está en nuestra mano y nos predispone a la acción, a no vivir de sueños, de esperanzas, a dejar de lado nuestra miseria y realizar nuestro proyecto: el héroe no nace héroe, se hace héroe; si se es cobarde es como consecuencia de una decisión, no porque fisiológicamente o socialmente se esté predispuesto para ello; el cobarde se hace cobarde, pero hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser por más tiempo cobarde, como para el héroe la de dejar de ser héroe.

    6. Es una doctrina que reivindica la intersubjetividad: aunque parte del cogito como la verdad indudable, no defiende el aislamiento de la subjetividad, pues considera que sólo en el trato con el otro, en el reconocimiento que el otro hace de nuestro ser, en la presencia de su mirada, sólo así nos hacemos conscientes de nuestro propio ser, de nuestra propia realidad.

    7. Frente a la noción de “naturaleza humana” defiende la existencia de la “condición humana”: aunque no existe una esencia común a todos los hombres, Sartre cree que sí se puede hablar de ciertos rasgos formales y universales que permiten la identificación de la humanidad como un todo y el reconocimiento y comprensión del proyecto de cada individuo y de cada cultura; la libertad, la indigencia de la existencia, la sociabilidad, son estructuras antropológicas que desvelan la condición humana.

    8. Es una doctrina que permite el compromiso moral y la crítica de la conducta inauténtica: aunque los valores se inventan, no todos tienen el mismo valor, pues algunas elecciones están fundadas en el error y otras en la verdad; la conducta de mala fe, por ejemplo, se basa en el error, en el error de excusarse en las pasiones, en el determinismo, en el destino, o el error de declarar ciertos valores como existentes de modo objetivo e independiente de mi voluntad. La actitud auténtica es la de buena fe, la de aquél que asume la responsabilidad completa de su acción y situación, la de aquél que tiene como lema moral la realización de la libertad propia y ajena.

    9. Para el existencialismo el mundo, la vida, no tiene un sentido : declara que Dios no existe, por lo que la vida misma carece de sentido; sólo se puede hablar del sentido que cada uno le da, de los valores que cada uno inventa.

    10. El existencialismo es un humanismo: pero no un humanismo que valore a la humanidad por la excelencia de alguno de sus miembros, ni por la supuesta bondad de la humanidad en su conjunto; es un humanismo por declarar que no hay otro legislador que el hombre mismo, por afirmar la libertad y la necesidad de trascender la situación, de superarse a sí mismo, por reivindicar el ámbito de lo humano como el único ámbito al que el hombre pertenece.


    Rene Descartes 

    Descartes parte de la crítica a la filosofía de su tiempo, en donde todo era dudoso y objeto de disputas. Admiró la matemática porque nos presenta verdades que poseen certeza: unas (los axiomas) porque se captan directamente gracias a la intuición, y otras (los teoremas) porque se deducen de los axiomas. El Racionalismo cree que la matemática es un saber modélico, e intentará renovar la filosofía imitando las características de su método: simplicidad de los principios, deducción y certezas. La crisis de la filosofía no le afecta únicamente a ella pues como las restantes ciencias toman sus principios de la filosofía (todo el saber humano forma un sistema unitario y es como un árbol del que las raíces son la metafísica), resultan también dudosas. Por ello, el objetivo del método y la duda de Descartes será sanear las raíces del árbol del saber y no admitir ninguna opinión como verdadera sin antes ajustarla a lo que exige la razón. Los modos de conocimiento con los que podremos alcanzar el saber estricto son consecuencia de la experiencia intelectual: la intuición, acto intelectual, simple y evidente, es la base del conocimiento; y la deducción, movimiento de la mente que consiste en la captación de una verdad por seguirse de otra cosa conocida con certeza. El método es un conjunto de reglas ciertas y fáciles con las que llegar al conocimiento; la más importante es la regla de la evidencia: admitir como verdadero sólo aquello que se conozca con evidencia, con claridad y distinción; esta regla da lugar al llamado criterio de verdad. Por la regla del análisis dividimos cada dificultad hasta llegar a los elementos simples; por la regla de la síntesis conducimos nuestro pensamiento de lo más fácil (de los elementos simples) a lo más difícil (al problema complejo); y por la regla de la enumeración revisamos todo el proceso hasta estar seguros de no omitir ningún paso ni de cometer errores.
    BÚSQUEDA DEL PRIMER PRINCIPIO

    La duda metódica es consecuencia de la regla de la evidencia, es una duda radical pues consiste no sólo en rechazar aquello que veamos falso sino de dudar de todo aquello que sea dudable, su propósito es descubrir algo imposible de dudar, la fundamentación absoluta del conocimiento, y tiene una vigencia limitada en el tiempo pues se mantiene hasta que Descartes demuestra la existencia de Dios y la verdad de lo que se percibe con claridad y distinción. Dado que no podemos examinar una por una todas nuestras opiniones, propone revisar los "principios" en los que éstas descansan, que son los sentidos, con los que conocemos el mundo físico y están a la base de las ciencias empíricas, y la razón, que está a la base de las matemáticas. En cuanto a la supuesta verdad de lo sensible, objeta que a veces los sentidos engañan, y que el sueño es indistinguible de la vigilia, por lo que todo lo percibido podría ser un sueño y falso. Respecto de las verdades intelectuales como las matemáticas, presenta también dos objeciones: con frecuencia hay equivocaciones al razonar; y la hipótesis del genio maligno: tal vez hemos sido creados mal, con facultades racionales que nos llevan sistemáticamente al error. Esta hipótesis es la más radical y afecta a la totalidad de la experiencia intelectual. La duda metódica cuestiona el mundo físico (incluido nuestro cuerpo), la existencia de otras personas, y en definitiva la existencia de algo externo al sujeto que duda, pero también la verdad de las ciencias (incluida la matemática). Tras estas dudas, Descartes descubre el cogito: nada, ni siquiera el "genio maligno", puede hacerme dudar de que existo siempre que estoy pensando (dudando, p. ej.); mi existencia como ser pensante es una realidad absolutamente indudable que, por ello mismo, permite una verdad absoluta, jamás dudable, la primea verdad: "pienso luego existo". En esta singular experiencia de conocimiento encuentra también el criterio de verdad: son verdaderas las cosas percibidas clara y distintamente. Lo claro es lo evidente, lo presente y manifiesto al espíritu y que se ofrece a la intuición; lo distinto se da cuando el conocimiento es simple y la cosa está bien delimitada, lo claro presente sólo él y no mezclado.
    TRANSITO DEL COGITO A LA REALIDAD

    Descartes sabe de su existencia, que es un ser pensante y que tiene pensamientos (que imagina, juzga, quiere, duda, siente,…), pero nada más; ignora si tiene cuerpo, si existe la totalidad del mundo que antes de la duda creía existente y si existen otros seres humanos; en este momento de la duda está solo y “ha perdido el mundo”. Para "recuperar" el mundo y a las demás subjetividades, sólo le cabe mostrar que en él hay algo que remite necesariamente a otra cosa distinta de él mismo. Para esta tarea realiza un análisis de lo que encuentra en su interior, de las ideas. Las ideas son como imágenes de las cosas, son todo lo que está en la conciencia: sensaciones, actos de memoria, de imaginación, de pensamiento, de sentimiento... Se clasifican en adventicias (las que parecen provenir de nuestra experiencia externa) (construidas por la mente) e innatas (las posee el pensamiento en sí mismo, y no pueden entenderse como proviniendo del mundo exterior ni como siendo construidas por la imaginación); la más importante idea innata es la idea de Infinito o Dios.
    Descartes piensa que es más fácil probar que hay algo distinto a él mismo demostrando que existe Dios que demostrando que existe el mundo físico, y para ello ofrece varios argumentos. La idea de un ser perfecto: la idea de Dios es la más perfecta pues es la idea de la sustancia más perfecta y reúne las ideas de todas las perfecciones en las que podamos pensar, pero la idea de perfección absoluta no se puede explicar a partir de nuestras facultades, luego debe estar en nuestra mente porque un ser más perfecto que nosotros nos la ha puesto; debe ser innata, y ese ser es Dios. La imperfección y dependencia de mi ser: me doy cuenta de mi limitación pues veo que soy ignorante; tampoco puede ocurrir que dependa de algo menos perfecto que Dios pues en la causa debe haber tanta realidad como en el efecto y si soy un ser pensante sólo un ser pensante puede haberme creado; si ese ser pensante no es la causa de sí mismo, entonces otro debe haberlo creado, y lo mismo con este segundo... pero la serie no puede ser infinita, luego Dios existe. La idea de un ser perfecto implica su existencia (argumento ontológico): la existencia de Dios está comprendida en la idea de un ser infinitamente perfecto del mismo modo que en la idea de triángulo está comprendido que sus tres ángulos son iguales a dos rectos. La existencia de Dios es tan inseparable de su esencia como lo es de la esencia del triángulo el que sus ángulos valgan dos rectos, y del mismo modo que es evidente ese teorema matemático, es evidente que Dios existe.
    Dios incluye en su esencia su existencia, pero también su bondad y veracidad, y Dios sería mentiroso y poco bondadoso si nos hiciese errar cuando creemos estar ante la verdad. Esto quiere decir que ahora podemos estar seguros de la verdad de las matemáticas y de todo aquello que concebimos con "claridad y distinción". Además, y si Dios no es falaz, no puede ocurrir que los sentidos nos engañen al punto de que todo sea sueño; por lo tanto, los cuerpos existen. Descartes "recupera" de ese modo el mundo que había perdido tras la aplicación de la duda metódica, y del que ahora tiene auténtico saber. El "mundo recuperado" no es del todo igual al perdido: existe Dios, existen los hombres con sus almas, existen los cuerpos, pero éstos no poseen todas las características que les atribuye el sentido común, pues Descartes rechazará las “cualidades secundarias” como el color, el sabor, los olores, el calor o el frío, por ser subjetivas y no reales. Las propiedades objetivas son las llamadas "cualidades primarias": extensión, figura y movimiento, propiedades que permiten un tratamiento matemático, como el de la física de Galileo. El mundo físico no es tal y como se muestra a la percepción sino al pensamiento.
    LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD

    Sustancia es aquello que no necesita de otra cosa para existir. Habrá la sustancia infinita o Dios, y las sustancias finitas, y en éstas los cuerpos  y las mentes . No podemos percibir las sustancias en cuanto tales, sino que las conocemos por sus atributos (o rasgos esenciales): el atributo de los cuerpos es la extensión; el atributo del cogito es el pensamiento. Los modos son las modificaciones variables (accidentales) de las sustancias: la figura, el movimiento son modos de la sustancia extensa; la imaginación, el pensamiento son modos de la sustancia pensante. Las cosas que concibo con claridad y distinción separadamente son diferentes; puedo concebirme a mí mismo clara y distintamente al margen de cualquier otra cosa que no sea el pensamiento, luego soy una substancia pensante. El hombre es antes que nada mente, aunque tenga un cuerpo con el que se vincula de un modo particular; Descartes mantendrá un claro dualismo antropológico al separar radicalmente el cuerpo de la mente. Descartes niega que otros organismos distintos al hombre tengan mente (alma): los animales son puro cuerpo. En el ámbito de lo corporal (y por tanto también en los animales) vale el mecanicismo y el determinismo, pero puesto que el hombre tiene mente, el mecanicismo no vale para explicar al hombre; sólo así podemos salvar la libertad humana. Considera que toda realidad finita (menos el hombre) tiene una estructura comparable a la de una máquina, de modo que puede explicarse a base de modelos de máquinas. Los movimientos, procesos y sucesos de niveles de lo real aparentemente más complejos que los meramente mecánicos pueden ser reducidos en último término a movimientos, procesos y sucesos mecánicos.

    Pascal

    El primero que anticipó las principales inquietudes del existencialismo moderno fue el filósofo francés del siglo XVII Blaise Pascal. Pascal rechazó el vigoroso racionalismo de su contemporáneo René Descartes, afirmando en sus Pensées (Pensamientos, 1670) que una filosofía sistemática que se considera capaz de explicar a Dios y la humanidad representa una forma de orgullo. Al igual que los escritores existencialistas posteriores, contempló la vida humana en términos de paradojas: la personalidad humana, que combina mente y cuerpo, es en sí misma paradoja y contradicción.




    Nietzsche

    Nietzsche, que no conocía el trabajo de Kierkegaard, transformó el pensamiento existencialista posterior a través de su crítica de las tradicionales suposiciones metafísicas y morales, y su adopción del pesimismo trágico y de la voluntad individual afirmadora de la vida que la opone a la conformidad moral de la mayoría. En oposición a Kierkegaard, cuyo ataque a la moral convencional le llevó a defender un cristianismo radical e independiente, Nietzsche proclamó la "muerte de Dios" y rechazó toda la tradición moral judeocristiana en favor de los heroicos ideales paganos.



    Karl Jaspers

    Este es uno de los existencialistas de gran importancia. Afirma que el ser del hombre es concebido como existencia histórica; todo depende de él, de su propia decisión. Pero el ser humano presupone un ser divino y eterno por encima de cualquier problemática de existencia histórica. Cuando el hombre naufraga entre la historia no se encuentra ante la nada, el hombre se encuentra entonces, ante Dios. Las situaciones cruciales de la existencia han sido denominadas situaciones límites por Jaspers quien afirma: “yo no puedo menos de morir ni padecer, estoy sometido al caso, me hundo inevitablemente en la culpa”. La conciencia de esta situación límite es el origen profundo de la filosofía. En estas situaciones límites se hace sensible lo que realmente existe a pesar y por encima de todo ser mundanal; el hombre busca la salvación.

    Según Jaspers todos los motivos que llevan al hombre a filosofar pueden ser resumidos en una condición: la de la comunicación natural de los hombres. Esta comunicación no puede ser solamente de intelecto a intelecto, sino también de existencia a existencia. El dice: “Solo en ella soy yo mismo, no limitándome a vivir, sino llenando a plenitud la vida”

    Según él únicamente en la comunicación se alcanza se alcanza el fin de la filosofía, en el que se funda el sentido de todos los fines.