De la Edad Medieval hemos conservado magníficas obras filosóficas que han servido no sólo como base sino también como inspiración a multitud de estudiosos en etapas posteriores. Son conocidas las interpretaciones que hacen de los anteriores y las que los nuevos hacen de ellos. Recuperaron a filósofos olvidados por siglos, colocándolos en el lugar que merecían.
CRISTIANISMO
El Cristianismo se enfrenta con el pensamiento griego y, de alguna, manera asume algunas de sus características para fundamentar se doctrina. La utilización de la “argumentación”, la asimilación de algunos estilos de escritura griegos, y–lo más importante–la utilización e interpretación del pensamiento de Platón y más tarde de Aristóteles, son sólo algunos de los capítulos de esta confrontación entre cristianismo y filosofía. Con todo, el cristianismo es sin duda una religión, un conjunto de dogmas basados en la fe, dictados directamente por Dios y contenidos en la Biblia. Estos dogmas, por definición, se apartan de lo que hasta ese momento era considerado “racional”. De hecho, los dogmas cristianos como la trinidad de Dios o el creacionismo fueron considerados “locuras” por los griegos y escándalo entre los judíos.
Veamos en concreto algunos de estos dogmas que son también la base doctrinal del cristianismo.
A diferencia de la religión griega, el cristianismo estima la existencia de un Dios único y personal que asume todas las cualidades de la perfección (omnipotente, omnisciente, etc.). Dios se identifica con el Ser, esencia y existencia son en él una y la misma cosa, todo lo demás sólo participa y es deudor de su Ser. Recordemos que dios pide ser llamado “el que Es” ,según nos relata la escena de Moisés frente a la zarza ardiente. El cristianismo se instala en occidente como única religión verdadera lo que legitima el proselitismo y la evangelización. Sólo en estos últimos años la Iglesia a optado por un relativo ecumenismo que, a la luz de los tiempos, es una postura de vital importancia.
RELACIÓN DE DIOS CONEL MUNDO:
El Dios cristiano es un dios “individuo”, que conoce y se relaciona estrechamente con los hombres, de tal manera que es capaz de tomar forma humana para entregar su mensaje, sin perder su condición de divinidad (doctrina de la trinidad). La relación que los hombres tienen con Dios es, por tanto, personal y directa. Esta característica fundamental del Dios cristiano reafirma su carácter de macrosistema para sostener el sentido concreto, y especialmente moral, de la existencia humana. Encontramos acá, en el que se ha llamado “el Dios de la Biblia”, una gran diferencia con el “dios de los filósofos” que se limita a un teórico y abstracto “primer principio” o “primer motor inmóvil”, carente de la practicidad que el cristiano necesita y busca.
También se diferencia de otras religiones, especialmente orientales, que entienden la divinidad como una abstracción que no conoce ni se involucra directamente con los hombres.
CREACIONISMO:
El griego entiende la creación del mundo a partir del “caos” infinitamente preexistente (una materia que carece de forma). El Dios cristiano creará todo lo que existe desde la nada dando al cosmos un punto de partida en el tiempo. Antes de la creación no podemos hablar de un “tiempo” o un “fuera de Dios”. El hombre es creado como tal, comienza en el tiempo siendo hombre, descartando así cualquier proceso de “evolución”.
DIOS Y VERDAD:
El Dios cristiano, al ser perfecto, es también sinónimo de Verdad , de conocimiento certero e irrefutable. De esta manera, el conocimiento de una verdad o de la Verdad absoluta ya no será el fruto de un esfuerzo intelectual o racional como sucedía en el mundo griego. El conocimiento de la Verdad absoluta en el mundo cristiano será “revelado” por la gracia de Dios. Es una verdad externa, que no depende de nuestra “humana comprensión” y a la que el hombre debe adherir por un acto de fé. El ideal del sabio griego, teórico y racional, es reemplazado por el del “santo”, receptivo de una verdad que lo acerca a la perfección de Dios.
Las tragedias griegas (Edipo Rey, por ejemplo) nos mostraron un hombre que no puede huir de su trágico destino. El hombre nada puede hacer frente a su constitutiva imperfección. La más radical soledad y una insoslayable impotencia serán elementos esenciales en su existencia. La voluntad humana, según el cristianismo, es libre para recibir la doctrina cristiana y posibilitará que este individuo supere su indigencia y finitud temporal para participar, de alguna manera, en la “gloria eterna”. De la libertad que posee el hombre para “salvarse” y del camino que debe tomar para ello se desprende que la persona es sujeto de deberes y de derechos, la voluntad puede pero no debe desconocer ciertas leyes que rigen la vida cotidiana.
PENSAMIENTO CRISTIANO Y FILOSOFIA GRIEGA.
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LA ESCOLASTICA
La segunda etapa en la filosofía medieval, la Escolástica, surgirá a partir del siglo XIII. Dicha centuria se convertirá en el de la metafísica, consecuencia del conocimiento de Aristóteles y del neoplatonismo greco-árabe cuyo objetivo principal es descubrir las causas profundas o esenciales y después practicar a partir de ellas el método científico por excelencia con la reinterpretación de Aristóteles, gracias a nuevas traducciones que se realizan en las Escuelas y Universidades entre las que destacaremos la Escuela de Traductores de Toledo.
La Escolástica es un método especulativo filosófico-teólogico desarrollado, difundido y cultivado en las escuelas de la Europa del Medievo desde el Imperio carolingio al Renacimiento. Las escuelas filosóficas que albergaron este pensamiento se localizaron en catedrales y conventos para, más adelante y en especial durante el siglo XIII, pasar a las universidades.
En una definición más extensa, se conoce como Escolástica al movimiento doctrinal que, sin emplear el movimiento racional-conceptual que se enseñaba en las escuelas, se mueve en el mismo entorno y contexto. Buen ejemplo de esto sería la mística así como buena parte de la filosofía musulmana y judía que, a lo largo del período señalado, entró en contacto con la filosofía de la Escolástica propiamente dicha. El movimiento escolástico se manifestaba a través de dos vertientes: la enseñanza y las formas literarias. La base de la enseñanza en las escuelas fueron las artes liberales, divididas en el trivium -gramática, dialéctica y retórica- y el quadrivium -aritmética, geometría, música y astrología-.
El espíritu y la mentalidad que sigue la Escolástica puede dividirse en dos aspectos: auctoritas y ratio (demostracion de algo). Las autoridades eran sentencias extraídas de la Biblia, de la Patrística y de los concilios. En filosofía Aristóteles era el filósofo por excelencia y Averroes el commentator. La ratio, finalmente, se encargaría de poner en análisis lo recibido por la tradición procurando conciliar las contradicciones que de hecho surgían, especialmente entre San Agustín y Aristóteles.
La filosofía escolástica se divide en tres períodos: formación, del siglo IX al XII; apogeo, durante todo el siglo XIII y, finalmente, un período de transición a la filosofía moderna. El apogeo de la Escolástica se debió en buena medida a la labor de la Escuela de Traductores de Toledo que difundió las obras de Aristóteles a través de las traducciones al árabe y al latín. Pese al recelo inicial con el que fueron acogidas, terminarían por integrarse plenamente en el conjunto de dicho sistema filosófico.
Las universidades y órdenes mendicantes tuvieron, también, un papel destacado en esta labor difusora. Las universidades, por la importancia otorgada a la filosofía y a la teología como cuerpo central de los programas de estudio y, en el caso de los religiosos, por el afán de ahondar en estas dos disciplinas en busca de alcanzar la plenitud del sentido al voto de pobreza. No en vano los principales escolásticos serán dominicos o franciscanos, como es el caso de San Buenaventura.
Los tres períodos en los que se divide la filosofía escolástica tendrán como núcleo la discusión, y de las sumas Dios y la relación dialéctica entre razón y fe, concibiéndose la filosofía de manera abrumadoramente mayoritaria como un método de profundización en la fe. Respecto a estos grandes temas surgen tres posturas: los dialécticos, que creen que la fe ha de ser demostrada y analizada por la razón. En esta corriente tendremos a Juan Escoto y Berengario de Tours como autores más destacados.
Otra corriente la conformarán los antidialécticos. Sostenían que la única fuente de sabiduría era la fé y que la postura dialéctica era un mero reflejo de la sobrevaloración de la capacidad de la razón humana.
En tercer lugar, había una posición intermedia sería sostenida, de modo precoz, en el siglo XI por Gerberto de Aurillac (primer papa frances) y sería la línea continuada por Santo Tomás a lo largo del siglo XIII. Sostenían los partidarios de la posición intermedia que razón y fe son facultades distintas pero que ambas están llamadas a confluir en la Verdad. Como ambas facultades son obra de Dios, si los planteamientos de la razón humana eran correctos, no podían diferir de aquellos que procedían de la fe. De este modo, filosofía y teología son disciplinas complementarias. La filosofía ayuda a la teología demostrando que los misterios de la fe serían comprensibles y explicables por la razón. La teología, por su parte, aportaría conceptos filosóficos nuevos como el de la Creación o la dignidad del ser humano en el orden moral. De acuerdo con esto, las verdades reveladas no serían irracionales sino suprarracionales.
La Escolástica entra en crisis a partir del siglo XIV cuando se pone en duda el pilar central que daba sustento a todo el sistema y unificaba de común acuerdo a las distintas tendencias existentes en su seno. La síntesis realizada por Santo Tomás parecía perder fuerza y vigencia, pues si nadie, hasta entonces salvo los averroístas, negaba la complementariedad de razón y fe, comenzaba a sostenerse que la razón poseía límites y que estos eran considerablemente más estrechos que los de lo que cabía pensar entonces.
Escoto señalará que la definición tomista a posteriori, esto es, del efecto a la causa, no es realmente demostrativa y muchas verdades pueden quedar fuera del alcance con semejantes planteamientos. El número de proposiciones teológicas indemostrables, siendo esto así, iría desde los Diez mandamientos hasta la misma existencia de Dios. La teología dejaría de ser una ciencia al verse incapaz de resolver cuestiones fundamentales. Pasando a ser un conjunto de saberes prácticos que, aunque no poseyeran carácter científico, conducirían a la persona a la salvación de su alma.
Los caminos de la teología y la filosofía comienzan entonces a separarse progresivamente, no tanto por un desprecio por lo teológico sino, más bien al contrario, por un respeto reverencial a todo lo que tuviera que ver con este ámbito. Se pretende segregar la teología de las demás disciplinas por el valor supremo otorgado a la fe, pues esta disciplina podía quedar contaminada por otro saber de raíces precristianas como era la filosofía. Mientras los teólogos desechan el racionalismo por una completa inclinación hacia lo revelado, los filósofos volcarán su atención en la ciencia y la naturaleza, tendencia que se mantendrá y reforzará durante la siguiente centuria, hasta desembocar en la revolución intelectual que dará lugar al Renacimiento y, dentro del contexto de esta nueva etapa, a la Reforma de la Iglesia.
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